Cryptshow es uno de esos pequeños grandes festivales a los que nunca hay que perder la pista. Tuvieron que reinventarse en la edición pasada, que fue 100% online, pero este 2021 han vuelto con todas sus fuerzas en una modalidad híbrida que le ha sentado de maravilla. Y es que volver a El Círcol es toda una gozada, tanto por el reencuentro con la gente habitual del certamen como por los eventos que organizan; pero sin duda, si por algo hay que celebrar la vuelta al modo presencial del Cryptshow es por su evento insignia, que llevan realizando desde hace pocos años pero que se ha convertido por méritos propios en cita ineludible del certamen: la proyección de un film icónico de la era del cine mudo, y Agustí Busom y Coure interpretando en directo una banda sonora inédita y específicamente creada por ellos para la ocasión.
En 2019 pudimos disfrutar de “La Mujer en la Luna (1929)”, de Fritz Lang, del que aparte de la cobertura incluso hicimos un videorreportaje. Y ahora en 2021, nos adentramos en terrenos mucho más oscuros, sin dejar el papel de la mujer como protagonista; y es que en “La Pasión de Jeanne d’Arc (1928)”, de Carl Theodor Dreyer, es todo un tour de force por parte de su excelsa actriz principal, Maria Falconetti, quien nos regalará una interpretación contenida, explosiva, cínica, solemne, angelical y a ratos incluso inmersa en la locura, mientras da vida —y luz— a Jeanne d’Arc durante su juicio, acusada de brujería y herejía por un tribunal eclesiástico después de conducir a las tropas francesas en la Guerra de los Cien Años.
Aunque suene irónico al tratarse de cine mudo, la verdad es que “La Passion de Jeanne d’Arc” es una obra de arte que deja sin habla. Oscura y retorcida, y basada en las transcripciones del juicio que sobrevivieron hasta nuestros días, la intensidad de la película sólo es comparable a la excelencia interpretativa (todo primerísimos primeros planos) tanto de Jeanne d’Arc como del tribunal, que aunque acusan la sobreactuación de la época, están inmensos. Y destacar sobretodo el glorioso blanco y negro de Goestula Kottula, en el cual se producen efectos tan mágicos como las luminosas lágrimas de Jeanne sobre su blanquísima tez, mientras el jurado está lleno de sombras gracias a la inmersiva fotografía —y los omnipresentes focos para Falconetti— del director de imagen Rudolph Maté. Brutal. Como brutal fue la propuesta de Agustí Busom y Coure, quienes ante un sold out absoluto en El Círcol, ofrecieron su recital más valiente hasta la fecha en la historia del Cryptshow, con una banda sonora disonante, incómoda y oscura, mezclando drones con un sonido metalero y muy progresivo, lleno de psicodelia y ecos de King Crimson.
Y digo valiente no por el formato (a)melódico, que también, sino por las atmósferas leitmotívicas que actuaban sobre la película, con las cadencias metaleras simbolizando el juicio y el tribunal, donde trompeta y saxofón sacudían los cimientos de la propia Jeanne d’Arc con sus deliberadamente molestas y perturbadoras —casi dementes— disonancias, simbolizando los instantes en que Jeanne d’Arc desfallía en su credo y sucumbía a las acusaciones del tribunal. Únicamente se respiró algo de paz sonora en los escasos momentos que ocurren en la celda de Jeanne, donde sólo los drones inundaban El Círcol, donde se vivió el grand finale durante la escena final de la ejecución y posterior revuelta popular, donde Jeanne d’Arc es quemada viva pero con su credo totalmente intacto, reflejado con la primera y única frase melódica a tres voces entre trompeta, saxofón y la propia voz de Agustí Busom.

El sonido metalero corrió a cargo sobretodo por el trío compuesto por Ferran Giralt a la guitarra, Ricard Pons al bajo y Roger Creus a la batería, mientras Agustí Busom, su voz y los drones de sus sintetizadores sobrevolaban todas las capas sonoras posibles. Y el repunto más psicodélico corrió a cargo de Pablo Volt y Ferran Besalduch, quienes usaron su trompeta y su saxofón para huir de sus sonidos característicos y emitir sonidos pseudo-guturales, disonantes y casi dementes. Ninguno de los 6 artistas buscó en ningún momento la tranquilidad, ni la solemnidad, ni la melodía. Únicamente riffs rítmicos y disonancias para un film que tampoco muestra atisbo de harmonía en el descenso a los infiernos que vivió Jeanne d’Arc. Sin duda una propuesta arriesgada y de muy difícil escucha, pero que se vivió como lo que fue: una catarsis audiovisual realmente única.
Gracias Cryptshow, y gracias Agustí Buscom y la banda Coure por semejante trabajo de estudio de la película y puesta en escena. Bravo.