Menudo verano está regalándonos Netflix; y es que si ya era bastante protagonista del anterior editorial de esta web, con su (infame) política de salto de créditos, este mes de agosto copa todo el protagonismo mediático con dos campañas virtuales, sobretodo en Twitter, de boicot o quejas hacia dos producciones que la propia Netflix está anunciando a bombo y platillo para este próximo mes de septiembre: la adaptación de la saga literaria de Laura Gallego, Memorias de Idhún, y una película francesa originalmente llamada Les Mignonnes (2020), cuyo nombre internacional desde Netflix es Cuties, para dejarlo en un horroroso Guapis para su localización española.
Ya lo decía Francis Bacon: “Calumniad con audacia; siempre quedará algo”, frase que ha llegado hasta nuestros días con el más popular “tú calumnia, que algo queda”. Porque se tenga conocimiento o razón, o ninguna de las dos, la verdad es que mucha gente tiene dos ideas claras: el doblaje al castellano de Memorias de Idhún es nefasto, y Cuties es una película de apología a la pedofilia que hipersexualiza gratuitamente a niñas de 11 años.
Y sea verdad o no, eso ha quedado ahí. Aunque Netflix no sea completamente culpable (ni completamente inocente).
LAS VOCES DE IDHÚN
El caso del doblaje de Memorias de Idhún, cuya primera temporada llega el próximo 10 de setiembre y constará de 5 capítulos de 25 minutos que adaptarán parte de la primera novela de la saga, ‘La Resistencia’, trae bastante cola por dos razones principales. La primera es que hay pruebas reales de ello, como es el teaser trailer que la propia Netflix lanzó para promocionar esta serie de animación, de producción española pero estética pretendidamente afín al anime japonés, donde a los 5 segundos uno ya se hace a la idea de que algo no va muy bien:
Y la segunda es que la propia Laura Gallego, que ha participado activamente en el desarrollo del proyecto (razón principal por la que aceptó la realización de esta adaptación), ha declarado pedir expresamente actores profesionales de doblaje para la serie, y encontrarse sorprendida con el elenco final, donde sólo Michelle Jenner tiene una reputación como tal —como voz de Emma Watson o incluso en animación (Tadeo Jones) y videojuegos—. El resto de protagonistas son actores de series de éxito actual, como Itzan Escamilla (Élite), Carlos Cuevas (Merlí) y Sergio Mur y Nico Romero (ambos de Las Chicas del Cable).
¿Cuál es el problema? Que en el doblaje sólo se actúa con la voz, y aunque puede parecer algo obvio, que escojan a actores famosos porque son caras conocidas y no a actores de voz especializados, es cuanto menos, debatible. Por muy buenos actores que sean esas caras conocidas. Pero cuando, encima, esas caras conocidas tienen problemas de dicción o no manejan bien las inflexiones de voz (por otro lado algo más marcadas en doblaje de animación que en doblaje normal, aunque no tanto como se haría en teatro), ya es de llevarse las manos a la cabeza.
Es comprensible que Netflix busque atraer la atención mediática y de público ajeno a la literatura de corte fantástico (porque no nos engañemos, al fandom lo tenían desde el primer momento); pero debería prevalecer un mínimo de calidad al producto. Cuando tienes entre manos un proyecto cercano al anime japonés, género donde precisamente la excesiva carga dramática en las voces es algo habitual, escoger a actores que reciten todas las frase con la misma entonación una tras otra, sin matizar ni prestar atención a los demás personajes, es peligroso e inconsciente.
Soy un ferviente defensor de la versión original en el medio audiovisual, pero una cosa no quita la otra: aquí (sobretodo en Catalunya) hay una excelente plantilla de actores de doblaje. No obstante, hay casos a montones en animación donde, al considerarse género cinematográfico menor al ser “para niños”, el doblaje no requiere de unos standards de calidad mínimos en la península y directamente se prefiere un póster promocional con el letrero luminoso “CON LAS VOCES DE…”, en lugar de poder disfrutar de la película en condiciones. Hay casos pasables (como Cruz y Raya en la saga Shrek), y hay casos horribles (gracias Paco León y Florentino Fernández por destrozar Valiant, o ese Melendi desgraciando al villano de Cómo Entrenar a tu Dragón 3). Personalmente, aún recuerdo oír por TV3 y sobretodo en la época de la franja juvenil catalana 3XL.net, a los hermanos Albert y Núria Trífols, excelentes dobladores de anime, cómo fuerzan sus voces y se adaptan a los registros de una animación con gran peso emocional en las voces; y aún así, oír la versión original japonesa y haber un mundo entre ambas versiones. Y no olvidemos que en el caso de Memorias de Idhún, de estética anime, las voces españolas son las originales, puesto que el proyecto es español, con lo que “irse a la voz original” no es la solución, sino más bien el problema. Todo por el marketing.
LA HIPERSEXUALIZACIÓN DE CUTIES
Empecemos por los ingredientes principales: dos hashtags de esos que te ponen en alerta, #NetflixPedofilia y #BoycottNetflix y un póster promocional de Netfix del film Les Mignonnes, internacionalizado Cuites. Y es que sí, el póster de Netflix, comparado con el póster original, es de juzgado de guardia:

Pero es justamente eso, el póster de Netflix. Alguien ve eso y se pone las manos a la cabeza; es lógico, es normal, yo mismo no podía dar crédito que eso pudiera haberse filmado con consentimientos paternos. Y si buscabas la sinopsis, todo era surrealista: “una niña de 11 años pretende unirse a un grupo de twerking, y empieza a explorar su feminidad desafiando las tradiciones familiares”. De verdad, y lo repito: cualquiera pensaría que quien ha hecho la película es un depravado como poco. Pero a un par de búsquedas de Google (o incluso menos), uno descubre el póster original con una directora como cineasta (Maïmouna Doucouré), y los laureles del premio del Festival de Sundance y la mención especial del jurado de Festival de Berlín. Así que el póster y la sinopsis son puro márketing, de nuevo: el sensacionalismo y el escándalo para, luego, pedir disculpas oficiales, y todo el mundo habla de la película; nadie en su sano juicio premiaría una película que promueve la hipersexualización infantil, y menos aún festivales tan prestigiosos como Berlín y Sundance:

A falta de verse estrenado el film, se sabe a través de los festivales donde se ha proyectado que la opera prima de la directora y guionista francesa Maïmouna Doucouré critica y analiza la hipersexualización preadolescente a la que se accede fácilmente desde Internet, vista desde otro extremo: el de luna niña de 11 años, musulmana y de raíces claramente conservadoras. Y es un análisis tan certero y sin tapujos (de aquí las imágenes sensibles que Netflix ha usado para su póster de forma maquiavélica) que le ha valido premios de festivales de cine. Pero no, es mejor quedarse con que Netflix ha producido una película para depredadores sexuales con instintos pedófilos.
Eso es lo que quería Netflix, que se hablara del film aunque fuera para mal. Netflix ha jugado muy sucio con una película que claramente va en contra de lo que ha hecho la propia Netflix. Pero a la gente, que se informa con titulares que caben en un twit, ya le vale, ya le sirve. Gente que quemaría con antorchas la sede de Netflix por un póster y una sinopsis, sin haber visto la peli. Peli que sin duda la verán, claro, para horrorizarse con la hipersexualización que denuncian. Porque de eso se trata: de aprovechar el doble rasero hipócrita en tu beneficio.
Estamos ante un caso de manipulación en beneficio propio del llamado “efecto Streisand”, que por ejemplo llevó a Da Vinci Code (2006) a ser un éxito de taquilla cuando desde El Vaticano se denunció el film (que no la novela, curiosamente); ni al mejor agente comercial se le habria ocurrido una campaña mejor que ver a la Hermana Mary Michael rezar con un rosario ante la alfombra roja de Cannes antes de la premiére del film. Y es que, por una cosa o por otra, Netflix ha logrado que dos de sus apuestas para setiembre estén en boca de todos. Y para mal. Pero lograrán mucha audiencia. Y eso, al fin y al cabo, es lo que importa. Porque “el fin justifica los medios”. Que no la dijo Maquiavelo sino Napoleón, pero siempre queda más maquiavélico decir que fue el pensador italiano, ¿no?
Hombre; vista “Cuties” le sobra más de un (y dos) primer plano. El mensaje que quiere dar creo que se pierde entre escenas bastante innecesarias de rodar con niñas de esa edad. No la critiqué antes de verla, pero no me dejó buena sensación. Por otro lado, no me pareció más escandalosa que mucho videos de menores con los que me cruzo en tik tok y los padres tan contentos.