Aida es una de las más grandes óperas de Giuseppe Verdi, su antepenúltima de hecho, y gracias al trasfondo pomposo y épico del Antiguo Egipto, el compositor italiano recurrió a grandes y agradecibles partituras sinfónico-corales para contar el tortuoso y trágico curso del triángulo amoroso entre Amneris, hija del Faraón, Radamés, general de los ejércitos, y Aida, princesa etíope y esclava, por conquista, de Amneris. Para ello, el Gran Teatre del Liceu recuperó la esplendorosa e hiperrealista escenografía de ese Antiguo Egipto con la que Josep Mestres Cabanes conquistó e 1975 a la audiencia de un Liceu que volvió a recibirla, en pleno 2020, con gran entusiasmo. Sin duda todo un acierto pues se trata de una producción propia (con lo que es económicamente rentable y permite sacar pecho en un ejercicio de nostalgia y preciosismo al mismo tiempo), y esos decorados con gran trabajo de perspectiva y de artesanía teatral que permite abrazar a la partitura, y no ensombrecerla con aparatosas producciones tecnológicas modernas. En definitiva, nos permitió disfrutar y aplaudir la misma Aida que se disfrutó hace 75 años, sin perder ni un atisbo de magia.
Siendo la ópera más representada de la historia del Liceu, sorprende que aun estando estructurada en 4 actos que en ningún caso superan los 45 minutos, se mantenga la estructura con 3 entreactos, alargando innecesariamente la representación hasta las casi 4 horas. No obstante eso, en la representación del 30 de enero de 2020, con los excelsos actores principales al escenario (con Yonghoon Lee como Radamés, y las espléndidas Clémentine Margaine como Amneris y Jennifer Rowley como Aida), la orquesta y coro del Gran Teatre del Liceu estuvieron grandilocuente cuando fue necesario, líricas cuando la partitura lo pedía, y siempre excelentes. Sorprendió, eso sí, como las arias de Aida eran siempre aplaudidas, pero no las de Amneris, sobretodo en el cuarto acto cuando su despliegue vocal fue sublime; creí que no estaba gustando, pero en la ovación final fue precisamente Amneris quién se llevó todos los vítores de un Liceu que enloqueció mucho más con ella que con Aida.