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El artífice del genial mockumentary Lo que Hacemos en las Sombras (What We Do In Shadows, 2014) y el, dicen, mejor capítulo de la saga Thor del MCU, Thor: Ragnarok (2017), irrumpe de nuevo en las carteleras con un film con sabios aires de La Vida Es Bella (La vita è bella, 1997), alejándose del poso cruento de La Lista de Schindler (Schindler’s List, 1993). Sin duda, con un protagonista tan brutal como Jojo, un niño de 10 años miembro de las Juventudes Hitlerianas, declarado fan del Führer, y con el propio Hitler como amigo imaginario, en Jojo Rabbit (2019) el espectáculo está servido. Sin embargo, los continuos giros entre comedia, drama y la sátira conllevan un guión donde, paradójicamente, el principal reclamo de la película (el Hitler imaginario) acaba estando de más. Y es que aunque el propio cineasta Taika Waititi se reservó dicha perla de personaje, su extravagancia (por otro lado normal, siendo producto de la imaginación de un niño de 10 años) causa desequilibrios graves en una historia entrañable y dura al mismo tiempo que involucra a una chica judía (una encantadora Thomasin McKenzie) a quien la madre del niño, una espléndida Scarlett Johansson, esconde en casa.
Roman Griffin Davis tendrá sólo 12 años, pero se come la pantalla interpretando a Jojo, soportando casi todo el peso del film y siendo un excelente compañero de escenas donde Scarlet Johansson se descubre como una madre coraje absolutamente tierna (en contraposición a su dramático papel en Historia de un Matrimonio (Marriage Story, 2019)), formando con Thomasin McKenzie y un desatado Sam Rockwell (excelente, como en la reciente Richard Jewell de Clint Eastwood) como jefe de las Juventudes Hitlerianas un cuarteto tragicómico brillantemente guionizado (el niño nazi, su madre coraje, la niña judía y el militar nazi), donde el horror del régimen antijudío es contado de una forma totalmente anodina, con las barbaridades siendo tomadas como literales por la mente del niño protagonista. Por eso, cuando aparece el Hitler imaginario, su potencial es máximo, pero la propia historia termina engulléndolo y lo convierte en innecesario, incluso sobrante en muchas secuencias. Es algo así como la música de Michael Giacchino, quien a pesar de trazar una grácil y graciosa marcha como tema de Jojo siguiendo el estilo de Alexandre Desplat en Monuments Men (2014) o Isla de Perros (Isle of Dogs, 2018), su música y sus buenas intenciones quedan ahogadas por la polifacética naturaleza del guión, su ambición por querer abarcar todos esos tonos del film, y sobretodo por la numerosa música preexistente usada a lo largo del metraje, como la bella “Frühlingsstimmen op. 410” de Johann Strauss, el jazz de Ella Fitzgerald o incluso música anacrónica de The Beatles, Tom Waits y David Bowie.
Waititi ha pretendido crear un clásico moderno en menos de 2 horas, y en cierto modo lo ha conseguido. Sin embargo, ha querido tocar tantos géneros y tan distintos a la vez que algunos factores como el Hitler imaginario estaban siendo expulsados por el propio pulso del guión, pero se han mantenido por ser el bastión principal de la historia. Una pena estando el reparto excelso, el resultado final queda lejos de ser redondo.
JOJO RABBIT
(USA, 2019; dtor: Taika Waititi)Tono
Guión
Montaje
Actores
Sonido
Música
Foto
Visuales
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