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89 años tiene Clint Eastwood, y sigue al pie del cañón, dando que hablar y apostando por una dirección férrea con proyectos muy valientes, donde gente corriente es sobrepasada por situaciones de naturaleza implacable, incluso aunque sean los estamentos de poder, sobretodo si son casos reales. Como es el caso de Richard Jewell (2019), un hombre (excelso Paul Walter Hauser) demasiado rígido con el cumplimiento de la ley y el orden y que no siempre fue bien considerado por sus jefes, por ser excesivamente estricto. Cuando es contratado por guardia de seguridad para los JJOO de Atlanta 1996, él es el que encuentra una mochilla cargada de explosivos en un parque y aunque explota, su servicio salvó muchas vidas. Pero el fragor por la exclusiva periodística llevará primero a la prensa, y luego al mismísimo FBI, de culparlo preventivamente del atentado, destruyendo su vida y la de su madre, una Kathy Bates absolutamente embriagadora. Jon Hamm como personaje visible del FBI, Sam Rockwell como abogado de Jewell y Olivia Wilde en el delicado papel de periodista a la que la película le achaca su poder periodístico a su sensualidad y a amortizar favores sexuales completan un reparto magistral.
El film es sobrio, no ágil pero tampoco pesado, y con una historia que a lo largo de sus 130 minutos se desgrana sola y donde el carisma de los actores y un uso inteligentísimo de la cámara hacen el resto. El guión de Billy Ray (Volcano (1997), La Guerra de Hart (Hart’s War, 2002), o Los Juegos del Hambre (Hunger Games, 2012)) es muy sólido y avanza como una apisonadora que muestra unos hechos sin disfrazarlos ni dramatizarlos excesivamente, ni tratando a Richard Jewell como un santo ni al FBI y a la prensa como demonios con cola (aunque poco les falte), pero sin camuflar las cloacas del Estado, con esa gran frase de la secretaria rusa del abogado de Jewell y que resumiría la película en ella misma: “en mi país cuando el gobierno dice que eres culpable es que eres inocente; ¿aquí también ocurre?”. De hecho, la música de Arturo Sandoval no logra abrirse demasiado camino en un film que intenta no necesitarla, pero aún así Sandoval la carga de significado acompañando a Jewell y su madre, reuniendo la empatía hacia ellos, y anulando la musicalidad para el FBI y la prensa, deshumanizándolos. Como precisamente Eastwood pretende en una historia que sucedió en 1996, pero que 25 años después sigue igual de vigente que el primer día.
Como biopic funciona sin fisuras, pero sin apenas innovar. Sus grandes bazas son sin duda la valentía de contar esta historia de una forma imparcial y genuina, así como el factor interpretativo y claramente diferencial de los actores: Paul Walter Hauser está genial, Kathy Bates asusta de lo bien que actúa, y Sam Rockwell borda el papel de abogado algo venido a menos, demostrando que es un actorazo secundario, después de su excelente papel en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri. En USA esta película no ha gustado nada (meterse con los cuerpos de seguridad del Estado debe ser difícil de digerir en un país tan patriótico), lo cual es un indicativo de calidad. Perder la buena fama puede suceder en un segundo, pero recuperar tu inocencia puede tardar meses. Y eso, Clint Eastwood lo ha sabido contar como nadie.
RICHARD JEWELL
(USA, 2019; dtor: Clint Eastwood)Tono
Guión
Montaje
Actores
Sonido
Música
Foto
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