El pasado fin de semana, del 10 al 12 de enero de 2020, la OBC programó otro de sus conciertos de film+proyección, dentro de su ciclo OBCPops. Si hace unos meses, el fin de semana de todos los santos de 2019, fue Pesadilla Antes de Navidad la elegida, de la que ya hablé en la radio, esta vez nos trasladábamos al Live in Concert de otra obra maestra, mucho más antigua, mucho más revolucionaria, y mucho más incomprendida: 2001: Una Odisea en el Espacio (2001: A Space Odissey, 1968), con la que Stanley Kubrick sacudió el cine hace 52 años con una revisión en clave scifi de la corriente nietzscheniana del superhombre a cuatro manos con Arthur C. Clarke, autor original de la novela base.
Con un Auditori bastante lleno (el sábado 11 almenos), con la platea llena, la OBC, respaldada por los coros Madrigal y Francesc Valls y dirigida por André de Ridder, interpretaba una música mítica, no compuesta para el film y sin embargo muy cinematográfica y excelentemente usada por Kubrick: el ballet “Gayane” de Aram Khachaturian que abraza el transbordador en el silencioso espacio, el “Danubio Azul” de Johann Strauss que ilustra el movimiento de los cuerpos celestes, o la brutal “Así habló Zarathustra” de otro Strauss, Richard, inspirado por los mismos escritos de Friedrich Nietzsche en los que se basa el guión del film en un enorme ejercicio metacinematográfico y que ensalza los 3 momentos más importantes de la película.
Sabido es (ya lo comenté hace unas semanas en el Quimèric de Radio Sabadell en mi sección “Concerts Insòlits”) la jugarreta que Kubrick le hizo a su habitual Alex North después de haber compuesto una preciosa música, basándose e inspirándose por orden expresa de Kubrick en los temp tracks que luego terminarían siendo la propia música de la película sin decirle nada al compositor. Pero el tiempo, para bien o para mal, ha acabado dando la razón al cineasta. Y es que es curioso, la gente acudió en masa a L’Auditori sin gustarles el film pero sí la música, algo que precisamente he comprobado que suele ser al revés; el público quería reencontrarse y reconciliarse con Kubrick. Aunque los 160 minutos de película, su deliberada lentitud, su pecualiaridad sonora con música únicamente para el silencio espacial o para los instantes evolutivos de la raza humana, marcados por el eterno monolito y esa música polifónica del “Lux Aeterna” de György Ligeti (donde no hay tempo ni melodía sino evolución en el aura coral) creo que hicieron difícil esa tarea; sin olvidar esos dos minutos iniciales sin imagen, con la orquesta interpretando deliciosamente la compleja y agotadora “Atmospheres” también de Ligeti, como ocurría en el film original.
Un film difícil, con pocos momentos musicales pero todos excepcionales, sobretodo en directo por una orquesta y dos coros sensacionales que supieron imprimir la épica y el misticismo que 2001: Una Odisea en el Espacio requería. Y eso no era tarea nada fácil. HAL9000 estaría orgulloso.