#EnUnTwit: ✭✭✭✭✭✭✭✩✩✩
Durante más de 20 años se ha ido especulando sobre este trabajo de André Olbrich y Hansi Kürsch, guitarrista y vocalista (aparte de compositores principales) de los míticos Blind Guardian. Y ha sido a finales de este 2019 que el álbum 100% sinfónico de los abanderados del power metal germano ha visto la luz, recibiendo el nombre de Legacy of the Dark Lands, y llamado a ser una piedra angular, de proporciones épicas y sin parangón. El resultado final, sin embargo, no es tan bueno como podría haberlo sido, en parte por una producción muy, muy pobre, que le quita toda la grandilocuencia a la más que notable y trabajada composición de Olbrich y Kürsch. Quienes sean fans de los germanos notarán esos dejes compositivos tan propios suyos, sobretodo cuando se incorporen los coros épicos, pero que nadie espere riffs de guitarra, ni doble bombo, ni nada de metal: aunque el logo rece Blind Guardian Twilight Orchestra, de Blind Guardian sólo tiene la inconfundible voz de Hansi Kürsch arropada por toda una orquesta sinfónica. Y aquí está el problema: haber tratado este proyecto como un disco de metal sinfónico, en términos tanto de producción como de algunas secciones melódicas más propias del metal, cuando de metal no tiene absolutamente nada, ha sido un error. Y cuando el sonido de la música no es el que debería ser, la música no es la que debería ser.
#EnProfundidad
Hablemos primero de las cosas buenas de este Legacy of the Dark Lands, porque las tiene. Para empezar, el concepto del concepto del álbum está trabajado y es atrayente, ambientándose en la Guerra de los 30 años del Siglo XVII en centroeuropa, pero dentro del universo demoníaco de Solomon Kane creado por Robert E. Howard. El escritor Markus Heitz, quien ayudó al argumento del CD, incluso publicó hace un año una novela precuela de éste llamada The Dark Lands, con lo que queda patente que el cuerpo de este proyecto está muy pensado y acotado. Segundo, Hansi Kürsch está en un espléndido estado de forma, aplicando registros líricos y desgarrados, suaves e intensos, oscuros y épicos, al más puro estilo musical de Broadway; y queda genial con la Filmharmonic Orchestra de Praga, formación especializada en música de cine, videojuegos y en numerosas colaboraciones en el mundo del rock y del metal, como en The Astonishing (2016) de Dream Theater, The Heart of Everything (2007) de Within Temptation, el legendario Concerto Suite for Electric Guitar and Orchestra in E Flat Minor Op.1 (1998) del guitarrista sueco Yngwie J. Malmsteen, o con los mismos Blind Guardian en sus álbums At The Edge of Time (2010) o su último Beyond the Red Mirror (2015). Además, la composición y orquestación de las canciones de Legacy of the Dark Lands está muy cuidada en relación a la hornada de bandas sonoras ambientales y contextuales, épicas, grandilocuentes y melódicas al más puro estilo Hans Zimmer o Danny Elfman en “War Feeds War”, “In the Underworld”, “The Great Ordeal” o el genial epílogo “Beyond the Wall”, sin dejar de mencionar las sinceras pinceladas a la Tierra Media de Howard Shore en temas como “Dark Cloud’s Rising”, e incluso flirteos con Vivaldi en “Nephilim” y con las canciones más Disney de Alan Menken como en “In the Red Dwarf’s Tower” o “Point of No Return”. Y usando sabiamente la sección de vientos, y no limitándose a cuerdas y metales como hacen premiadas bandas sonoras (Game of Thrones, sin ir más lejos). Y en cuanto al packaging, es genial ver cómo hay ediciones con ediciones instrumentales con únicamente la orquesta, e incluso en la edición earbook un tercer CD con versiones sin interludios.
Sin embargo, hay puntos oscuros. Y es que aunque antes he alabado el gran trabajo de orquestación y composición epicolírica de Albrech y KürschI, que se ha apostado por un álbum conceptual con argumento continuado (hay incluso interludios narrados para contextualizar la historia entre tracks), y que deliberadamente por la eliminación del metal para ofrecer un sonido totalmente sinfónico (aunque algún riff lejano de guitarra se oye en el estribillo de “Dark Cloud’s Rising), el tono de relato fantasticoépico con diferentes personajes estaba pidiendo a gritos una estructura de poema sinfónico wagneriano con narrativa basada en leitmotifs, como estructuraron de forma excelsa Dream Theater en el ya mencionado The Astonishing. Y no; Olbrich y Kursch han obviado totalmente la capacidad narrativa del poema sinfónico para componer temazos dignos del mejor symphonic metal (sí, temazos, eso es indiscutible), sin relación musical entre ellos entre ellos. Y el resultado final es como una montaña rusa en el peor sentido del término: subidas y bajadas continuas dentro de cada canción en lugar de pensar en global, hastiando la propia experiencia sonora que pretenden. En ese sentido, Mark Jansen en Epica, Tuomas Huolopainen en Nightwish y sobretodo Luca Turilli y Alex Staropoli en sus respectivos Rhapsodys lo han sabido entender infinitamente mejor. Cierto que hay ejemplos: “In the Underworld” comparte clarísimamente motivo melódico con “1618 Ouverture”, y más sutilmente, el final de “War Feeds War” es el estribillo de “In the Red Dwarf’s Tower”, pero casi que es peor esta presencia: no es que no hayan pensado en ello, es que no han sabido (¿querido?) aprovecharlo.
Quizá si la producción no hubiera sido tan escandalosamente mediocre, ese sabotaje a la experiencia sonora hubiera quedado menos acusada, pero el sonido (que no la composoción) es tan monótono que agota, logrando que “Nephilim”, “This Storm” y ese brutal “Beyond the Wall” del final queden relegados al hastío si se escucha todo el CD seguido. Es obvio que el sonido sinfónico dentro del symphonic metal debe estar ecualizado con saturación continua para evitar el problema de los distintos rangos dinámicos de los estilos, pero haber producido un disco enteramente sinfónico como si fuera de metal provoca que la orquesta y el coro no fueran reales sino sampleadas, y sin mucha destreza, al colapsar demasiado el rango dinámigo sinfónico al del rock, sin haber rock. Sí; demasiado: que el último minuto y medio de “In the Underworld” tenga el sonido incluso con estática es de delito. Dicho de otra manera, la producción está tan saturada que los momentos más líricos suenen demasiado potentes para lo que deberían ser, con lo que los más épicos no sólo pierden mucha fuerza, sino su personalidad: oír a una orquesta “tocar fuerte” continuamente, por muy bien compuesto que esté lo que interpretan, es antinatural, agotador, y lo que es peor, es un tiro en el pie a la propia composición, que recibe otro incomprensible bajón al final, con un track narrado. ¿A quién se le ocurre continuar un final como el que tiene “Beyond the Wall” con un track hablado de 43 segundos que rompe todo el clímax musical? Incluso el último CD de Rhapsody of Fire, The Eighth Mountain, que cuenta con una narración de Sir Christopher Lee al final del último track, ésta es rubricada con un canto élfico de fondo que se funde en una apoteosis coral de 30 segundos que realza todo el conjunto, y no al revés.
Está todo lo que debería estar, no está nada de lo que no debería estar, pero su mala cocción le ha pasado una muy mala factura. Entonces, ¿es Legacy of the Dark Lands un álbum recomendable? Para los melómanos que disfrutamos del metal, las bandas sonoras y los musicales a partes iguales es todo un regalo para los oídos si se sabe obviar que la producción es un desastre y que la composición podría haber aprovechado mejor la tradición del poema sinfónico (de tradición germánica, de hecho), quedando a años luz de que lo que podría debería haber sido. Pero a quien sólo escuche música rockera, esta obra le parecerá agotadoramente sinfónica, ya que la producción (que no la composición) no para de gritar “aquí falta metal”.
LEGACY OF THE DARK LANDS
Symphonic Metal
(Blind Guardian Twilight Orchestra, Alemania, 2019)Composición
Producción
Interpretación
Interpelación
Duración
Ordenación
Packaging
✭✭✭✭✭✭✭✩✩✩
✭✭✭✭✩✩✩✩✩✩
✭✭✭✭✭✭✭✭✭✩
✭✭✭✭✭✭✭✭✩✩
✭✭✭✭✭✭✭✭✩✩
✭✭✭✭✭✭✩✩✩✩
✭✭✭✭✭✭✭✩✩✩GLOBAL
CANCIÓN TOP✭✭✭✭✭✭✭✩✩✩
Beyond the Wall