#Film: 1917

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Sam Mendes, artífice de uno de los mejores Bond de la historia, Skyfall (2012)y de dos films míticos como American Beauty (2000) y Camino a la Perdición (Road to Perdition, 2002), ofrece en un alarde técnico de los de quitarse el sombrero una aproximación, y nunca mejor dicho, de lo que fue la Primera Guerra Mundial en 1917 (2019). En dos asombrosos (aunque falsos) planos secuencia, una cámara situada literalmente al lado de dos soldados del bando aliado en una misión contrarreloj para evitar una ofensiva que terminaría con más de 1.600 hombres bajo el pretexto de una simulada retirada del Imperio Alemán. Dicho punto de partida será un mcguffin magníficamente maquillado para huir de los factores comunes del cine bélico y llevar a los dos protagonistas hacia una road movie con tintes de thriller de supervivencia en la que el cambio continuo de escenario, la constante sensación de peligro y la visión “de a pie” de lo que es estar en guerra no dejarán tiempo al aburrimiento, tomando forma de una especie de parque temático en la que, por desgracia, querer llegar a un público amplio les ha obligado a suavizarlo todo: desde la crudeza de los estamentos militares hasta el horror de los conflictos bélicos, dejando a Salvando al Soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) como una película gore.

Aunque tanto la misión como los personajes de 1917 son ficticios, no lo son los hechos en los que se basan. Alfred H. Mendes, el abuelo del cineasta, y a quien se le dedica el film, fue combatiente en la Gran Guerra, y fue el encargado de llevar mensajes a otros batallones campo a través, aparte de ser condecorado con la Medalla del Honor del ejército por sus misiones. Además, la Operación Alberich significó la retirada escalonada (y real), aunque no pacífica, de las tropas alemanas hacia la llamada Línea Hindenburg, una construcción de 1.500 km2 en territorio francés que permitiría al Imperio Alemán reagruparse y reabastecerse. El plan era sencillo: arrasar con todo el territorio conquistado más adelante, fueran sus propios fuertes y trincheras, fueran cables, carreteras, puntes e incluso ciudades y pueblos. Esa cruel estrategia, aparte de dejar un terreno desértico y complicadísimo de cruzar por el Ejército Aliado, obligó a muchos civiles a abandonar sus hogares. El caos y la confusión que originaron provocó recelos en ciertas filas, aunque Francia lo tomó como un símbolo de debilidad de Alemania y inició varias ofensivas que fueron una carnicería para sus tropas.

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De todo esto, Krysty Wilson-Cairns y Sam Mendes idearon el guión final del film, contextualizado en tiempo real y mediante un plano secuencia (dos, en realidad), el espectador se sentirá constantemente al lado de los dos mensajeros que deberán cruzar kilómetros de terreno devastado y fantasmal hasta llegar al batallón destinado a atacar a las tropas alemanas, compartiendo esa sensación de horror “postapocalíptico” maximizado al no mostrar evidentes cortes de plano y estar contado todo en tiempo real. Ya en Spectre (2015) el director abría la hasta ahora última película de la saga Bond con un plano secuencia que acaba resultando lo mejor del film. Y aquí, entre la gran fotografía de Roger Deakins y el titánico montaje de Lee Smith que ha logrado concatenar docenas de planos en lo que parecen planos continuados, el resultado cinematográfico e inmersivo es total. No obstante, y por desgracia, aquí el factor dramático forzado por la propia historia de 1917 permite a la película pasar de puntillas por lo que debería haber hecho más hincapié: la Gran Guerra que debía terminar con todas las guerras. Es decir, todo posible mensaje antibélico queda totalmente difuminado por unos personajes bastante planos y una historia que se sostiene por su contexto bélico y su forma (el plano secuencia) más que por méritos propios, ya que paradójicamente, el film queda empequeñecido por su propio envoltorio y su alma de ser más una experiencia inmersiva que ser algo que contar.

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¿Es 1917 aburrida? En absoluto. Pero no tiene nada que decir, ni sobre la Gran Guerra ni sobre la guerra como concepto. George MacKay hace un tremendo y destacable trabajo físico, pero esto no es Senderos de Gloria (Paths of Glory, 1957), ni La Delgada Línea Roja (Thin Red Line, 1998); es más bien una versión mejorada de Dunquerque (Dunkirk, 2014). Precisamente la funcional música de Thomas Newman tira de esa percusión relojizada tan propia de Zimmer (con la que ametralló (sic) al espectador en el film bélico de Nolan) para el mismo propósito: aumentar la tensión del momento y “claustrofobizar” sin descanso, pero sin aportar prácticamente nada a nivel emotivo, ni mucho menos narrativo: el montaje se lo ha quedado todo.

Poca gente saldrá del cine decepcionada, pero no sé si 1917 resistiría un segundo visionado por su vacío estructural, por espectacular que sea su puesta en escena (que lo es, y mucho): el diseño de producción es poco menos que sublime, al igual que montaje fotografía y diseño de sonido. Pero es demasiado bonito para lo vacío que resulta. Lástima porque ese vacío le resta puntos.

1917
(USA, 2019; dtor: Sam Mendes)
Tono
Guión
Montaje
Actores
Sonido
Música
Foto
Visuales
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