Hace unas semanas publicábamos la previa de este innovador espectáculo en directo sobre la figura de la familia Mozart y que cohesionaba música, teatro e historia. De nombre Papà Mozart, en él estaban involucrados tanto la Orquestra Simfònica del Vallès como el dramaturgo Sergi Belbel, Miquel Górriz como director escénico y los actores de renombre Joan y Roger Pera, padre e hijo en la vida real y que interpretaban a Leopold y Wolfgang Amadeus Mozart respectivamente a partir de la relación epistolar que tuvieron a través de los años. El día 8 de marzo hubo el estreno absoluto de la obra en el Teatre La Faràndula de Sabadell, y al día siguiente, estreno en el Palau de la Música Catalana de Barcelona al que asistimos.
No es objetivo de este espectáculo ser didáctico ni profundizar de forma exhaustiva y total ni en las cartas de W.A. Mozart con su padre, más de 400, ni en su obra musical, formada por más de 600 composiciones. Para fanáticos de la vida y obra de Mozart tenemos la tetralogía literaria de Christian Jacq y la colección de 170 CD’s que editó hace algunos años Brilliant Classics y que conservo con cariño. No; aquí la dramatización de Belbel y Górriz basado en el trabajo previo de Joan Pera seleccionando las cartas “clave” sirve para resumir esquemáticamente en 100 minutos ambas cosas, interpretando fragmentos célebres de piezas del compositor junto con detalles de su vida a modo de lectura epistolar teatralizada. Así, la Orquestra Simfònica del Vallès, con Rubén Gimeno a la batuta, interpretó excelentemente movimientos de las sinfonías 1, 29, 31 “París”, 35 “Haffner” y 41 “Júpiter”, así como fragmentos de sus conciertos para piano, la sonata para piano “Alla turca” o incluso fragmentos de sus óperas. Las oberturas de La Nozze di Figaro, Don Giovanni o de la más desconocida La Finta Semplice fueran íntegramente interpretadas, así como arias de las dos primeras junto con el famoso dueto de Papageno y Papagena de La Flauta Mágica. Tanto la Orquestra Simfònica del Vallès, como viene siendo habitual, estuvo absolutamente increíble, así como también los invitados Júlia Farrés-Llongueras como soprano, Carles Pachón como barítono, y Carles Marigó al piano, todos a un altísimo nivel e interpretando las piezas de forma impecable, con el añadido que no era un concierto al uso sino que muchas piezas actuaban de interludios entre cartas de Mozart y su padre Leopold, o incluso eran tocadas durante la teatralización de éstas por Roger y Joan Pera. De hecho, incluso Rubén Gimeno cede su sitio a Wolfgang mismo para que dirija él mismo a la orquestra.
Sobre la teatralización, hubo sentimientos encontrados. La parte donde Wolfgang es ya adolescente y adulto está impecablemente escenificada y con sutiles notas cómicas por el propio devenir y el hilado de las situaciones, pero la parte donde aún es un niño, aunque fuera necesaria por ver la obsesión de Leopold con la genialidad de su hijo, se hizo algo monótona en cuanto a narración y rutinariedad infantil del propio Wolfgang. Eso sí, fue muy agradable contar con la inclusión de dos movimientos de la Sinfonía de los Juguetes de Leopold Mozart interpretados por la OSV durante esa parte. Y en cuanto a la dramaturgia, con el Mozart adulto siempre ha habido una versión de su vida llena de rumores sobre su fama de bebedor y vividor, más jugosa y desacreditadora, que es la usada en la propia obra y la que Belbel escenifica, sin obviar ni la decisión del propio Mozart de ser el primer compositor freelance de la historia, ni el enamoramiento y matrimonio con Constance Weber.
Está históricamente comprobado que Wolfgang estaba perdidamente enamorado de Constance y de su capacidad para añadirle sensatez a una vida preocupada por la música y despreocupada por las rutinas diarias, y que ésta no sólo le trajo estabilidad emocional y social sino que pudo devolver las deudas de su marido un año después de su muerte; pero tanto Belbel como Górriz adoptan la visión paterna de la relación (por algo el espectáculo se llama Papá Mozart), centrándose siempre en la perspectiva desde la figura recreada por Joan Pera, y por tanto, en su obsesión por hacer de su hijo un genio desde que era pequeño y en los rumores que le llegaban de su hijo una vez éste fue por libre y se relacionaban sólo por carta. No en vano el espectáculo acaba con la muerte de Leopold y no con la de Wolfgang (razón por la cuál ninguna pieza del famoso y eterno Réquiem es interpretada). Una decisión quizá sorprendente pero comprensible: la obra no gira en torno a Mozart sino al amor entre padre e hijo, y en torno al proyecto que Leopold Mozart hizo de su hijo. Y a eso, sumarle su “decepción” debido a su “descarriamiento” por no someterse a ninguna corte, y por los rumores que intentaban desacreditarle y hundirle por tal desfachatez. Una historia de amor y honor vista desde los ojos de uno de los pocos padres que estaba en lo cierto cuando afirmaba que su hijo era un genio.
Los 100 minutos de espectáculo no tuvieron intermedio y pasaron en un suspiro. El encaje entre teatralización y concierto fue perfecto, la elección de las piezas fue muy acertada, y la química entre padre e hijo de la familia Pera era palpable y mágicamente transferible a la familia Mozart que interpretaban. Las ovaciones de un entregado público del Palau de la Música al final del evento así lo atestiguaron. La apuesta era sin duda arriesgada, pero el producto final es un gran espectáculo en el que los amantes del teatro y de la música saldrán encantados.
Cómo asistente en el Palau coincido por entero con la crítica. La orquesta estuvo genial, los cantantes magníficos y las interpretaciones de ambos actores estupendas… Aunque personalmente me indignó los cortes en algunas de las cartas, con la información dada a medias, pues perpetúa la imagen de hombre disipado y ególatra, cuando Mozart ha sido el genio musical más productivo de la historia. Un hombre que con su perseverancia mostró que un músico era un artista completo, no un simple lacayo al servicio de los poderosos. Gracias