El pasado 20 de enero, y con el Palau de la Música Catalana totalmente lleno y con el cartel de sold out, la Orquestra Simfònica Camera Musicae se reunía con 120 voces de gran nivel como son las de la Coral de la URV, el Cor de la FCEC y la Coral Infantil de l’EMMVA de Sant Cugat para interpretar la célebre Carmina Burana de Carl Orff, la cantata escénica más famosa del siglo XX, con una potencia coral identitaria, un uso muy épico de la percusión y una gran variedad de sonidos orquestales que son siempre un gran reto, pero que cuando sale bien (y salió muy bien) es toda una delicia tanto para los músicos como para el público, como demuestra la gran afluencia de gente siempre que esta obra se representa.
Reconocido por su trabajo tanto sinfónico como operístico, Josep Caballé Domenech fue el escogido para dirigir el flamante concierto, escogido por el director artístico y musical de la OCM Tomàs Grau por su gran dominio del aspecto rítmico y el gran espectro expresivo de los coros de Carmina Burana, donde la polifonía está deliberadamente dejada fuera por Orff para centrarse en una vertiente más progresiva, con cambios radicales tanto de ritmo como de canto compuestos con gran maestría y que requiere una gran coordinación de todos los elementos orquestales, a los que se confía la batuta de Caballé.
Porque a la orquesta y a los tres coros se tiene que sumar la aparición de tres solistas de primer nivel como fueron la brillante soprano Sara Blanch, con gran experiencia operística y que ya había trabajado anteriormente con la OCM, así como el barítono German de la Riva y el contratenor italiano Flavio Ferri-Benedetti. Los tres estuvieron excelsos en sus (escasos) momentos de intervención, y eso en mi opinión es algo muy a destacar, como las recientes apariciones de Clara Sanabras en el concierto de The Return of the King: cuando se tiene que cantar en pequeñas dosis pero a tan alto nivel, lograrlo es un sobreesfuerzo por la falta de calentamiento y rutina, y ahí, todos pero en especial Sara Blanch estuvieron incontestablemente líricos y potentes según requería el movimiento. Una delicia para los oídos por parte de los más de 200 músicos que llenaban el escenario del Palau.
El concierto empezó con una interpretación soberbia por parte de la OCM de Fantasia del Trencadís, el ballet de la ópera Gaudí que escribió Joan Guinjoan y que se estrenó en el Liceu el año 2004. Una pieza difícil de ejecutar, como una alegoría de la técnica creada por Jujol y que rompía los esquemas sinfónicos con gran maestría. Una pieza quizá de muy difícil escucha, muy compleja, pero que la orquesta interpretó de forma magnífica con una gran expresividad desde la batuta de Caballé, como puede verse en las fotografías oficiales que acompañan la crónica, cortesía como siempre de Martí E. Berenguer.
Y entonces, el momento. Ese inicio con el epiquísimo y famosísimo Fortuna Imperatrix Mundi, con el brutal O Fortuna seguido del Fortunae Plango Vulnera, fue increíble. La gente aplaudiendo antes de terminar siguiera el Fortunae Plango Vulnera es la prueba palpable del éxtasis que se había transmitido en menos de 5 minutos. E impresionante el nivel de la OCM en el Tanz del Uf Dem Anger, donde los coros desaparecen para dar protagonismo a la orquesta, así como la vuelta de las voces a la siguiente Floret Silva.
En los 4 movimientos del In Taberna donde se demostró la excelente sinergia entre orquesta, coros y solistas masculinos, especialmente en la aria Olim Lacus Colueram donde Ferri-benedetti y el coro estuvieron impecables. Pero tengo debilidad personal por el Cour d’Amours: la tríada Circa Mea Pectora, Si puer cum Puellula y Veni Veni Venias son un gozo inmenso oídas en directo. Y la aria In trutina, que Sara Blanch cantó con mucha exquisitez, fue un excelente preludio para ese Tempus est Iocundum ultraprogresiva con cambios de ritmo imposibles y que Josep Caballé Domenech supo dirigir con gran maestría, con todas las secciones de la Orquestra Simfònica Camera Musicae a un nivel impresionante, y los coros a la altura.
Después de eso sólo quedaba ponerse cómodo y disfrutar del final con Blanzifor et helena, donde el final de Cour d’amours con esa lírica de Sara Blanch empalmó con el epiquísimo coro “romano” de Ave formosissima que conduce inexorablemente al reprise del O Fortuna que hace de coda y que actuó como un resorte para toda la platea, que arrancó a aplaudir a rabiar a los más de 200 músicos que abarrotaban el escenario del Palau de la Música Catalana.
Un concierto inolvidable, con una música de Carl Orff sencilla y extremadamente compleja a la vez, y con unos músicos de altísimo nivel que hicieron gozar al público como nunca. Lamentablemente no hubo bis, porque el O Fortuna ya sale dos veces en el repertorio original, pero los aplausos de la gente demostraban una vez más como en Catalunya hay orquestas, coros y solistas excelentes. Bravo OCM por programar una obra tan descomunal y hacerla tan disfrutable.
Gracias! Habrá que estar atento a la nueva ocasión de poder disfrutar algo así de nuevo.