El pasado 3 de noviembre la sala Razzmatazz 2 se vistió de gala para la primera edición del Damask Metal Fest, un festival multidisciplinar organizado por Damask Events en el que durante 6 horas desfilaron 4 grupos, cada uno en su estilo, y la mayoría de ellos siendo un acontecimiento que pasaran por Barcelona.
Los manchegos Celtibeerian y su folk metal gamberro inauguraron la maravillosa tarde que nos esperaba con su gran empatía con un público y su exaltación de las tabernas y las birras con una formación metalera 100% folk: flautas, violines y gaitas tocadas en directo con la suave voz de la violinista en algunos pasajes hicieron las delicias de los que nos gustan estas sonoridades celtas. Y luego de la fiesta de Celtibeerian, y por primera vez en Barcelona, el epic power metal de los suecos Dragonland inundaron el escenario, con el actual batería de Kamelot a las baquetas. Power metal de manual, sin florituras añadidas, pero ejecutado excelentemente, y que allanó el camino para lo que se venía a partir de ahora.
No soy muy fan del doom metal pero la mezcla de los también suecos Draconian con el gothic le daba cierta sinergia y personalidad y disfruté de su primera aparición en la ciudad condal después de 10 años (nos driblaron en su última gira, pero empezaron aquí en el Damask Metal Fest la nueva). Y finalmente, los grandes cabezas de cartel. Después de 11 años sin pisar Barcelona después de presentar su Tales of Ithiria: 10 músicos encima del escenario, incluyendo flauta, cuarteto de cuerda, y soprano. Por fin vería en directo a los alemanes Haggard, uno de mis puntales personales del mestizaje entre el metal y la música barroca junto con Rhapsody. Conciertazo que nos regalaron, con joyas como Of A Might Divine, Upon Fallen Autumn Leaves, The Observer o The Final Victory, e incluso una nueva pieza de su próximo álbum, Seven From Afar, aunque tuvieran que recortar su setlist por problemas con el sonido al inicio del concierto. Increíble, sonaron demasiado bien. Su calidad musical sobrepasa el metal, deberían tocar más en auditorios que en salas de conciertos. Como los australianos Ne Obliviscaris.