Después de la sesión inaugural del Lychee 2018 con Dragonfly Eyes, empezaba la semana de proyecciones en Barcelona, mayoritariamente en los cines Verdi Park pero también en las Galerías Maldà, esta última quedándose mayoritariamente para la sección retrospectiva Love in the 90s que explicamos en la previa del festival.
Sábado 15
Los dos días del fin de semana de certamen son los más prolíficos en proyecciones, y eso se nota en las propuestas fuertes de sección oficial.
Empezamos con uno de los filmes taiwaneses más esperados personalmente. El film de animación On Happiness Road plantea una situación muy melancólica e íntima a la par que interesante tanto desde ojos orientales como de los nuestros, los occidentales. Sung Hsin-Yin debuta en el cine con un relato ficticio aunque parcialmente autobiográfico sobre una chica taiwanesa nacida en los 70 emigró a USA y ahí encontró vida laboral y sentimental. Cuando su abuela muere, vuelve a su pueblo natal y ahí se encuentra el choque cultural: cómo ha cambiado (o no) el lugar donde se crió en todos esos años. Con una animación muy característica y que entra muy bien; entrañable, divertida, nostálgica e incluso dramática cuando tiene que serlo, quizá su algo excesiva duración le resta empaque (con 90 minutos en vez de los 110 minutos que dura sería perfecta), pero sin duda estamos ante uno de los films más redondos e inolvidables del Lychee.
En cambio el siguiente film de la tarde, The Foolish Bird, no era tan redondo como parecía. Dos compañeras de clase deciden vender móbiles requisados en clase y salir a divertirse con el dinero ganado, y el submundo en el que empiezan a moverse es tan turbio que una noche que duermen en casa de “unos”, una de las dos chicas desaparece y no se la vuelve a ver más. Con un caso de asesinato y violación de otra compañera de clase en investigación policial, la otra chica inicia un descenso a los infiernos prometedor, pero el film de Ji Huang y Ryuji Otsuka se queda en un medio camino por culpa de dos subtramas desiguales donde la inferior cobra demasiada fuerza al final del film.
Pero la tercera (y última) película del día volvió a brillar con luz propia, y qué luz. Entrando de lleno en una de mis películas asiáticas preferidas del año, The Great Buddha+ (sí, con un signo +) es una comedia del absurdo tan bien hilada, con unos personajes tan losers y tan bien definidos y con un hilo argumental banal pero que flirtea elegantemente con el thriller, es una auténtica delicia costumbrista con un humor negro enorme. Rodada en un sobrio blanco y negro, es la historia de un vigilante de estatuas de Buddha y un amigo suyo que en las noches de vigilancia se dedican a visionar la cámara de seguridad del parabrisas del coche de su ricachón jefe. Ahí descubrirán algo que quizá habría sido mejor no saber. “Y hasta aquí puedo leer”, que dirían en el 1,2,3.
Y aquí terminaba mi maratón, pues tuve que saltarme las tres proyecciones del domingo 16 por un compromiso y los días laborales tenían unos horarios de proyecciones algo incómodos para mi horario laboral, con lo que la ración de cine se vio drásticamente menguada en cantidad, aunque no en calidad. Un ejemplo es Wrath of Silence, espectacular y soberbio film que se proyectó en el Lychee y que ya pudimos ver en las Nits de Cinema Oriental de Vic.
Lunes 17
Escogí la sesión especial fuera de competición con el crudo pero necesario documental Twenty-Two, el primer documental con permiso oficial de proyección sobre un perturbador pasado en China a raíz de la invasión japonesa: las llamadas mujeres de consuelo, esas 200.000 mujeres secuestras por las fuerzas japonesas y convertidas en esclavas sexuales. El caso en sí hiela la sangre, y no sólo porque la mayoría murieron por las torturas, sino porque las supervivientes quedaron marcadas de por vida con secuelas como la infertilidad, además de humilladas por su propio considerándolas traidoras o haciendo como si no hubiera pasado nada.
No obstante, este documental cuyo título hace referencia al número de supervivientes vivas en el momento de su fimación (22) no hurga con el dedo en la llaga sino que se esfuerza en ofrecer la visión de esas mujeres ya ancianas y poder observar de primera mano unas heridas que nunca se han destapado, pero tampoco cicatrizado. Conmovedor pero sin caer en el melodrama, este documento de Guo Ke es de obligada visión para entender un pedazo de la Historia reciente de una región del mundo que nos es ignorada en las escuelas (con el foco en Europa). Porque la única forma de no repetir estas atrocidades es no olvidándolas.
Martes 18
Tuvimos que esperar en Barcelona hasta el martes 18 para ver la proyección de la gala inaugural celebrada en Madrid el viernes 14, pero la espera mereció la pena. Si Twenty-Two ofrece el testimonio real de un episodio atroz de una guerra, Bitter Flowers ficciona un aspecto mucho más actual como la emigración ilegal china a Europa pero con unos resultados igual de destructivos: la prostitución como única salida, y la mentira para guardar las apariencias hacia una cultura de origen que termina siendo el factor principal del problema. Terriblemente costumbrista y cotidiana, esta coproducción chino-europea dirigida por Olivier Meys peca de exceso en drama pero ofrece una visión muy reflexiva sobre una situación que no se antoja para nada esporádica. Con la cámara siguiendo al personaje de Qi Xi, una actriz que sabe dotar de mucha verdad a un personaje complejo que sufre más que muestra, somos testigos del fatal destino de una mujer de clase media china (sí, media) en busca de un porvenir.
Y con esto terminamos el repaso de las películas vistas en esta segunda edición del Lychee, una edición que ha ganado visiblemente en calidad cinematográfica con pequeñas grandes películas de la cinematografía taiwanesa reciente.
En el próximo artículo (y último) daremos la cobertura a la gala de clausura que se celebró en las Galerías Maldá el viernes 21 de septiembre, con el palmarés y la sesión final retrospectiva.