Un año más, y ya van 7, llega una nueva edición del Festival de Cine de Autor de Barcelona, conocido como D’A. El festival, que vuelve a ser la cita barcelonesa para los nombres más relevantes del panorama autoral contemporáneo, tanto catalán, como español, como internacional, se celebró del 26 de abril al 6 de mayo. 87 largometrajes y 13 cortometrajes que el D’A proyectó en los cines Aribau Club, el CCCB, la Filmoteca de Catalunya, el cine Zumzeig y SGAE Catalunya. Yo personalmente vi 13 de esos 87, y es lo que pretendo narrar en esta serie de 3 artículos que empieza con este primero, narrando lo vivido el primer fin de semana.
Viernes 27
Sin poder acudir a la película inaugural, el viernes 27 de abril fue el día de las primeras dos proyecciones, tan dispares como la nihilista Sollers Point y la sátira negra Tiempo Compartido. Ambas proyectadas en la sala grande del Aribau Club, contrastaban cómo dos visiones tan distintas pueden abordar, en su base, el mismo problema: las segundas oportunidades en un primer mundo invadido moralmente por el llamado “sueño americano”.
Sollers Point, del director especialista en retratar un gris e invisible Estados Unidos Matt Porterfield, es una suerte de road movie en la que seguiremos a Keith, un joven que no logrará encontrar rumbo ni opciones cuando sale de la cárcel en régimen de libertad condicional en una Baltimore socialmente pseudo-zombie. Un solvente y creíble McCaul Lombardi encarna al protagonista en una película donde el desarraigamiento y el hastío emocional están a la orden del día, y donde un pasado que se cuenta pero no se ve es casi más importante que las propias escenas del film. Quizá Sollers Point peca de ser un film demasiado gris en el arco argumental, pero sin duda es la intención de un director que pretende dar cuenta de las pocas opciones y sobretodo los fuertes prejuicios sociales de una América profunda, ejemplificados principalmente por el padre del chico, interpretado por un excelente Jim Belushi. Sin duda un buen inicio del D’A.
Y acabamos con la mexicana Tiempo Compartido, de Sebastián Hofmann, una comedia negra sobre un turbio resort vacacional de lujo para gente de clase media donde nada es lo que parece, que flirtea con la comedia de enredos cuando dos familias diferentes se ven obligadas a compartir el mismo apartamento por un error burocrático. Empieza muy potente, con una atmósfera cercana a los mundos de Wes Anderson y varios frentes argumentales interesantes: la familia que ve invadido su apartamento por la otra familia (numerosa, claro está), una multinacional americana de resorts que estudia adquirir el lugar, una jerarquía del resort cercana a la Metropolis de Fritz Lang, y unos bajos fondos del resort con algunos empledos con pasados turbios o trágicos, a medida que la trama avanza. Por desgracia, y aunque es un gran acierto que no haya un bigger-than-life y todos los dramas sean muy humanos, se focaliza demasiado en esa parte dramática y olvida el tono cómico, no terminando de arrancar nunca como la comedia extravagante y bizarra que promete ser.
Sábado 28
Si el primer día fue un arranque con cine crítico, el segundo día de festival fue el día de las películas inclasificables. Empezamos con Dhogs, de Andrés Goteiro, cineasta galego que estuvo en el teatro del CCCB presentando su multipremiada película y que ya se presentó el pasado Festival de Sitges pero ahí no pude verla. El título del film, Dhogs, es la conjunción de los vocablos ingleses dogs (perros) y hogs (cerdos), y más que una película es una experiencia. Historias sin aparente conexión pero interconectadas en el tiempo, donde las personas que aparecen en ellas actúan visceralmente por instintos, ya sea como dog o como hog, en un arco argumental cercano a los universos de David Lynch con cierto socarronería rural de los Coen.
Y todo eso hablado en galego, en una opera prima que tiene tantos aciertos como fallos: la extravagancia del film y su propio tono aquí son un arma de doble filo, pues aunque Dhogs juega con el espectador deliberadamente para que el misterio y el efecto WTF envuelvan al espectador hasta el final, la falta de empatía con los personajes y unas historias algo frías pueden provocar distanciamiento y falta de interés, y esa brutal secuencia final resolutiva, con el soufflé bajado no tiene tanto impacto como debería. La innovación y la valentía del guión es indudable, y potencial hay de sobra, pero a más de uno puede resultarle un film demasiado espeso.
Y pasamos de la narrativa bizarra a la coherencia y reflexión más absoluta con el nuevo film de Pauls Schrader, First Reformed. El guionista de Taxi Driver nos presenta aquí una obra en la que lo trascendentalmente místico se une a lo trascendentalmente terrenal. Ethan Hawke es el pastor de una pequeña congregación de una iglesia que intenta ayudar a una mujer, Amanda Seyfried, cuyo marido está pasando por problemas tanto laborales como morales. Con un inicio tan poco prometedor, First Reformed aborda, con unos diálogos mordaces y llenos de texto tanto como de subtexto, temas como la redención, el cambio climático, el papel de Dios y el del Hombre para con el planeta, así como la vida y la muerte, o el fanatismo. Paul Schrader en estado puro, el film es duro, y plantea dilemas muy turbios; quizá tiene un tercer acto demasiado pasado de vueltas, pero la película sigue en tu cerebro días después de su visionado. Brutal.
Domingo 29
Sólo una película vi ese día, pero qué película. Venida directamente de la premiére mundial en el Festival Internacional de Cine de Moscú, se estrenaba en el D’A Jean François o el sentit de la vida, la opera prima del catalán Sergi Portabella, una reflexión en clave de comedia muy negra y road movie acerca de dos personas que no logran encontrar un lugar en el mundo: Francesc, un niño de 13 años que padece bullying en el colegio y quiere llamarse Jean François (interpretado por un alucinante Max Megías), y Lluna, una chica con la que se encuentra por casualidad pernoctando en su viaje de peregrinación hacia Francia en el que pretende conocer al existencialista Albert Camús. La expectación del film era máxima, con las entradas del teatro del CCCB agotadas y con Portabella, Max Megías y gran parte del equipo técnico presentando el film.
En poco menos de 90 minutos, Portabella establece un mundo muy de Wes Anderson, donde no sólo el mundo parece un lugar incompatible con los protagonistas sino donde los papeles adultos a menudo se intercambian entre los niños y los mayores, y en el que seguiremos el periplo tragicómico de Jean François y Lluna en su viaje hacia el sentido de su propia existencia, ya que los dos creen poder encontrar todas sus respuestas en Francia. Presentada a modo episódico, el film pasa del drama a la comedia con una facilidad inusitada, empatizando mucho con los personajes. Un gran film que quizá por estar dodada en catalán no tenga mucho recorrido, pero que sin duda lo merece.
Mención aparte la casualidad que justo a mi lado se sentara el compositor de la banda sonora de la película, Gerard Pastor, quien ha compuesto la música para géneros tan dispares como la atracción Furius Baco de Port Aventura, los relatos clásicos interactivos de iClassics Collection como iWilde o iLondon (de Oscar Wilde y Jack London respectivamente), o los films de Anna Bofarull Sonata per a Violoncel o la futura 1714. Con mi labia y pesadez característica, entablé conversación con Pastor aprovechando que conocía su obra y teníamos un amigo común para felicitarle por la música de Jean François, de inspiración claramente barroca (a lo Vivaldi o Haydn), e inmortalizar el encuentro con esta fotografía:
Unos grandes primeros 3 días de D’A, que seguirían a lo largo de la semana siguiente, en que visualizaría 8 películas más. Crónica que seguirá en los dos artículos restantes que se publicarán en los próximos días.