Nunca se olvida el directo de Ne Obliviscaris

La noche del 26 de abril de 2018 fue una de esas veladas que irradiaron death metal sinfónico y progresivo de gran calidad por doquier. Primero porque iba a ver a uno de mis grupos predilectos, por primera vez en directo y viniendo de cabezas de cartel presentando su brillante tercer álbum, Urn, pero es merecido destacar el tremendo elenco de teloneros que los australianos Ne Obliviscaris se atrevieron a traer consigo: los estadounidenses Allegaeon con su polivalente frontman Riley McShane, y los suizos Virvum con sólo un disco en el mercado, pero menudo disco.

 

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Abrió la velada en la Sala Bóveda la brutal media hora de Virvum y su muy técnico death metal progresivo cargado de blastbeats sin nada que envidiar a grandes del género como Obscura, y en donde se atrevieron con sus dos épicas, la Illuminance que da nombre al disco (de 9 minutos) y sus 12 minutos de epílogo para cerrar su recital, así como la excelsas Ad Rigorem y Tentacles of the Sun. Una pena que el sonido de la sala estuviera tan mal configurado para ellos, pues aunque ellos estuvieron geniales y motivaron bastante al público que ya estábamos allí, el sonido en general fue muy deficiente. Con Allegaeon el sonido ya fue genial, y un verdadero gustazo ver a alguien como Riley McShane y sus pintas de rapero (sí, rapero) lanzando una energía y una variedad de guturales y voces rasgadas que ponía los pelos de punta mientras los mosntruos instrumentistas que le acompañan inundaron la sala de temazos de su último Proponent for Sentience como The Extermination, From Nothing o mi favorita, la tangoflamenca Gray Matter Mechanics / Apassionata Ex Machinea. Una pena que no tocaran The Conception o All Hail Silence, pero que tocaran Accelerated Evolution de su primer álbum como despedida o presentaron un tema inédito como Extremophile fue épico.

El listón estaba altísimo, el público estaba en éxtasis con un death metal tan técnico y melódico a la vez como el de Allegaeon, pero aún faltaba lo mejor por llegar. Y es que los australianos Ne Obliviscaris juegan en otra liga, hasta el punto que deberían tocar en auditorios (como Steven Wilson) para poder degustar las numerosas capas sonoras que son capaces de crear los guturales de Xenoyr con esas deliciosas clean vocals de Tim Charles mientras nos deleita con su virtuosismo al violín sin pestañear. A destacar Martino Garattoni, bajista de los épicos Ancient Bards y nueva incorporación a la banda, que con el poco tiempo disponible dominó con maestría uno de los puntales de Ne Obliviscaris: unas líneas de bajo dignas del rock progresivo más técnico y que casan genial con su death metal barroco y la locura de sección rítmica que maneja Daniel Presland a las baquetas.

Se pusieron al público en el bolsillo desde el primer minuto abriendo sus 90 minutos con los 10 de Saturnine Spheres, y con el único repaso a su opera prima con And Plague Flowers the Kaleidoscope. No tocaron su himno Forget Not pero sí su heredera natural, los casi 12 minutos de Eyrie que filmé en su totalidad y que fue un auténtico deleite de folk, metal y música barroca, con Tim Charles y Xenoyr en estado de gracia y en completa cohesión con el entregado público.

Con las dos partes de la Urn que da nombre a su último disco y su single Intra Venus (con esos virtuosos tres minutos finales que ponen los pelos de punta) repasaron la totalidad de su último lanzamiento, aderezado con las dos joyas de su anterior Citadel: su opus de 16 minutos Tryptic Lux (para mí, su obra más maestra de entre todas las que tienen) y los 12 de Blackholes como bis final rubricaron una apoteosis donde una Bóveda, con un sonido sorprendentemente espectacular aunque medio llena, parecía que estuviera a reventar de la excitación general que había en la sala.

 

Creo que nadie de los que estuvimos ahí vamos a olvidar semejante espectáculo. Sobretodo los que estuvimos esperando pacientemente fuera y logramos fotografiarnos con el yin/yang vocal y alma mater de los australianos.

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