Continuamos con la cobertura del Festival de Cine de Terror de Molins de Rei de este 2017 con dos días consecutivos, el martes y el miércoles, pues si el festival dedicó temáticamente su programación a Michael Haneke, precisamente el martes 14 y el miércoles 15 fue cuando más Haneke se vivió, sobretodo con la mesa redonda sobre su obra y la presentación de La estética del dolor, el libro oficial de Terrormolins sobre la figura del autor austríaco.
De ruta hacia la novedosa sala “2” del festival, La Gòtica, el frío que hace siempre en Molins de Rei por esas fechas era latente. Comparado con Barcelona almenos; no en vano quien va al festival por primera vez acaba resfriado. Suerte que en La Gòtica el clima era cálido y acogedor, todo listo para dejarse llevar por los ponentes.
La conferencia / mesa redonda contó con Albert Galera, director artístico del festival, coordinador del libro oficial y quien hizo de moderador, Javier Marín y Antonio José Navarro, fue una gran ocasión para repasar el por qué del terror puro e incómodo que nos provoca la filmografía de Haneke:
- el concepto de la destrucción de la familia y el statu quo.
- los tres temas recurrentes en su filmografía: la televisión, la maldad por naturaleza y el aislamiento de la sociedad moderna.
- y un análisis de su mirada honestamente pesimista, basándose en su infancia en una Austria ocupada durante la Segunda Guerra Mundial
que le otorgan esa visión tan aparentemente fría pero a su vez contundente y crítica, que no deja a nadie indiferente, desde Funny Games a La Cinta Blanca, pasando por Caché o La Pianista.
La interesante tarde cerraría el díptico de charlas con la presentación del segundo libro oficial del festival después de Puede ser contagioso el año anterior. Michael Haneke: La estética del dolor repetiría el equipo liderado por Lluís Rueda como editor de Hermenaute, y Albert Galera como coordinador y autor de uno de los seis capítulos en que se divide el ensayo.
Los otros capítulos, centrados en temas tan dispares como el origen del horror o el terror social, pasando por el sexo, la soledad y la muerte como sentimientos comunes, fueron escritos por Jaume Clavé, Josep Maria Luzán, Joan Domènech, Gerard Fossas y Javier Rueda. Todo un gozo poder cubrir como prensa esta bonita mesa de autores y editores, donde el que escribe estas líneas se siente colega de casi todos ellos, después de años de compartir festivales de cine y largas charlas sobre el séptimo arte.
El martes terminaría cenando en el cine viendo la pequeña película Super Dark Times. Pequeña en presupuesto, pero no en significado. Con un halo pseudo-haneke, este film sobre un grupo de amigos trata sobre el descenso a los infiernos de cada uno de ellos ante un suceso aterrador que esconden, y cómo sobrellevan los miedos, los horrores y los tabúes ante una sociedad medianamente acomodada y aparentemente sin problemas.
Los temas de la violencia, el aislamiento social y la incapacidad de violencia en situaciones límites, tan recurrentes en Haneke, salen a relucir en esta Super Dark Times, un film con grandes y oscuras actuaciones juveniles.
Ya de noche, y con otro film en proyeción, yo desertaba y cogía el último tren hacia Barcelona, que al día siguiente tocaba trabajar. Y había que estar bien despierto para vivir el pase especial de Funny Games, uno de los films más icónicos de Michael Haneke, en el teatro de La Peni. Ese film duro, seco, distante, en el que acompañamos de igual modo a la familia burguesa como a los villanos que los someten en su propio hogar, y en el que la frontera de buenos o malos se difumina hasta el infinito, no por los cánones del bien y el mal, sino más bien por las connotaciones del statu quo.
La proyección en cine de Funny Games (que cumple 20 años este 2017) ya era algo especial per se, pero lo era sobretodo por la presencia de Arno Frisch, el famoso villano de la película y presidente del jurado de esta edición del festival (cómo olvidar esa foto que hay sobre estas líneas), quien protagonizaría una sesión de Q&A después de la proyección. En ella Frisch contó cómo el guión estaba fuertemente dialogado y aunque lo parece, tiene escasa o casi nula improvisación, o cómo Haneke sabía manejar y filmar los cuerpos de los actores para aprovechar todas sus características de cara a los personajes.
Poco rato para cenar después de la Q&A, y volvimos a La Peni para la proyección que para mí finalizaría el mièrcoles: un film español rodado en inglés y filmado en una gigante casa de Olot que parece sacada de un lujo steampunk. Su director Sadrac González Perellón y uno de los niños actores, Marc Puiggener, subieron al escenario a presentar Black Hollow Cage entre futurista y filosófico, en el que el planteamiento de la posibilidad (o imposibilidad) de redimir tus pecados sale claramente perjudicado por un amasijo de conceptos interesantes pero llevados sin interés ni emoción.
Una niña con un brazo bioónico, un perro que habla con la voz de la madre de la niña, un misterioso cubo gigante en el bosque, viajes en el tiempo… son puntos muy interesantes, pero cuando la mitad de ellos no sirven argumentalmente para nada (o casi nada), y gastas todo el metraje en presentar unos personajes que no saben ni dialogar entre ellos ni qué hacer ante las situaciones que plantea la película, consigues un puré soso que termina pasándose de trascendentalista. Una pena, porque durante la primera mitad de película, mantiene un misterio latente más que interesante.
Así de desalentados acabábamos el miércoles, aunque jocosos de todo el material hanekiano disfrutado a lo largo de esos dos días. Con el último tren nocturno hacia Barcelona, dejábamos Molins de Rei hasta dos días después, donde la ceremonia de clausura y la entrega de premios tendría lugar.