Si el 11 de octubre fue un día de buenas sensaciones, el 12 empezaba igual de bien (a pesar de lo que implicaba un 12 de octubre en Catalunya): A las 10:15 estaba en mi palco del Prado a punto para una de las propuestas que prometían ser más gamberras de la programación del festival. Y de animación.
Aunque soy muy tintinólogo, no soy muy conocedor del mundo de la novela gráfica más allá de Alan Moore y poco más, así que a mí el nombre de Run (o Guilleume Renard, su nombre real) no me dice mucho. Pero que a la mala baba del cómic francés se le una Shojiro Nishimi, director de animación de la ya gamberrísima Tekkonkinkreet, que ya vimos en Sitges hará 10 años, para mí era motivo suficiente para querer ver Mutafukaz.
Run codirige y firma el guión de la adaptación de su propia novela gráfica, así que el sello de calidad y fidelidad al cómic está garantizada. Como cinéfilo desconocedor de la obra original, podría decirse que el resultado final de Mutafukaz es un videoclip de Gorillaz de 90 minutos inmerso en un Grand Theft Auto. Adrenalina pura, locura total. La historia será típica pero está muy bien llevada, y empatizas muchísimo con los personajes, especialmente el loser protagonisto, Angelino. Lo mejor son la cantidad de subtramas y los personajes que pueblan Dark Meat City, y el exquisito diseño de animación de Studio 4ºC. A mí me convenció. Y mucho.
Cambio de sala, del Prado al Retiro, para poder vislumbrar otra obra tan personal como alucinante y difícil de digegir: Laissez bronzer les cadavres. Sus coguionistas y codirectores Hélène Cattet y Bruno Forzani fueron recibidos con grandes aplausos, no en vano han conseguido marcar un estilo propio en el fantástico francés.
Con un montaje frenético y no consecutivo (indicándose con horas y minutos), la película nos relata el campo de batalla en que se convierte un caserío abandonado en el sur de Francia habitado, entre otros, por una artista en busca de inspiración, su amante, tres amigos que roban 250 kg de oro de un furgón blindado, y dos policías que investigan el atraco. La dirección y la fotografía seca, llena de primeros planos, violencia directa y de juegos de colores hipersaturados, propio de los films de Charles Bronson de los años 70, hacen de Laissez bronzer les cadavres una propuesta alucinante (en el todos los sentidos). Una película difícil, pero que si se disfruta se disfruta mucho.
Tiempo para comer, y volvemos a la animación japonesa, aunque más tradicional y estilo anime. Si Laissez bronzer les cadavres os parece un título difícil de recordar, intentad recordar el nombre del film dirigido por Akiyuki Shinbo, conocido realizador de la saga Madoka Magica, y Nobuyuki Takeuchi, exanimador de Studio Ghibli: Fireworks, Should we see it From the Side or the Bottom?, a la que si no os importa, me referiré simplemente como Fireworks.
Sinceramente, no sé qué ha pasado este año, pero el anime de este año que ha llegado a Sitges no es de una calidad soberbia, como nos suelen tener acostumbrados. Ya pasó con Ancien and the Magic Tablet, donde un buen planteamiento quedaba “estupidizado” por su propio concepto, y con Fireworks ocurre algo parecido. La sombra de Your Name es muy alargada, y Fireworks quiere beber demasiado de ese filón para ofrecer un remake del film de Shunji Iwai en que un festival de verano, los deseos de juventud, la amistad y el amor confluirán en varias realidades paralelas provocadas por una misteriosa piedra y los deseos de una chica que quiere huir de casa y un chico que se siente impotente por no poder ayudarla. ¿O sí que podrá? Es lástima que una historia más que interesante sea estropeada por querer ser trascendental como la obra de Makoto Shinkai, cuando precisamente Your Name era trascendental por su propio concepto (ay, el musubi…).
Y de decepción en decepción, aunque quizá debería ser aplaudido el hecho de encontrar una película coreana en Sitges que no sea alucinante. No es que sea mala película, pero está lejos del nivel notable/excelente al que la filmografía de Seúl ofrece año tras año. A Special Lady, opera prima de Lee An-kyu, empieza muy potente, con una mafia de prostitución que se nutre de filmar a personalidades en plena marcha para sus propósitos. Pero lo que promete ser un film de acción con corrupción política y empresarial, termina diluyéndose tanto que cuesta incluso saber quién es la chica especial del título hasta que no llevas media película. Increíble que en una industria de películas de duración típicamente superior a 2 horas, un metraje de apenas 90 se haga largo…
Pero Sitges no iba a dejar irme a dormir con malas sensaciones. La Tramuntana se preparaba a las 11 de la noche para acoger terror australiano, una de las mejores industrias caucásicas de serie B, junto con la irlandesa (en mi opinión al menos). Juntad el concepto survival horror de la británica Eden Lake con personajes y parajes al estilo australiano de Wolf Creek, y el resultado es Killing Ground, la opera prima dirigida y escrita por Damien Power. Situando el foco en tres historias distintas que acabarán confluyendo lenta y atrozmente, sin pausa, uno de los logros más destacables del film es la forma de tratar las reacciones humanas en estas situaciones extremas, y cómo afectan esas decisiones en el futuro, con una espléndida y abierta escena final que marca fuertemente el mensaje de la película.
Había sido un día irregular, con un principio impresionante, una bajada de soufflé notable a la tarde, para remontar al final. Era momento de volver al hotel y prepararse para encarar el último fin de semana, los últimos tres días de un festival que cuando acabase, nos dejaría huérfanos de esa galaxia paralela que es, así colgados como un fuet… o como el murciélago que presidía la salida del Auditori.