Sitges 2017: día 5

El clima ha ido acompañando mucho este año durante el festival, y la mañana del lunes no fue menos. El resfriado curiosamente remitió, y a lo largo del día anterior fui recuperando la voz, así que teniendo la mañana libre de películas, ahora sí, me paseé por los stands del festival en la platja de Sant Sebastià.

Visita obligada en la tienda oficial para hacerme con el catálogo y el set de postales conmemorativas de los 50 pósters, así como en el stand de los colegas de The Cine para llevarme el libro conmemorativo del 50 aniversario del festival. Con lo que no contaba era con la librería de la Filmoteca de Catalunya, donde me llevé 3 libros por 15€: El libro de los asesinos, La creación de personajes cinematográficos y el guión de Melinda&Melinda de Woody Allen.

Después de la mañana de compras y de cargas pilas con Vitamina D y comida, llegaban las proyecciones, 3 de consecutivas en el Retiro por la tarde y 2 en el Auditori, ya de noche. La digestión la hice visionando la premiére europea Revenge, una vuelta de tuerca muy interesante al per se monótono género del rape & revenge. La directora francesa Coralie Fargeat aporta perspectiva femenina en esta su opera prima a un estilo de films normalmente muy idos de olla, llevando la parte sádica masculina a un terreno más realista y verosímil (aunque parezca increíble). La frescura del film suple con creces la exageración de cómo la protagonista puede sobrevivir a lo que sobrevive, logrando una película sorprendente, reivindicativa y feminista en su justa medida. Muy recomendable y festivalera.

Y si Revenge jugaba con el machismo como motor sádico y el feminismo como a derecho a reivindicar, el siguiente film nos planteaba cómo de horrorosa puede llegar a ser una política opresiva con la mujer usando el islam como mantra. En Tehran Taboo, film de animación usando la técnica de rotoscopia, el director iraní afincado en suiza Ali Soozandeh no repara en crudeza a la hora de contar la historia de 4 iranianas en busca de la felicidad y la autonomía espiritual en un régimen en que sin un hombre apenas pueden hacer vida normal. No tiene fantasmas, ni vampiros, ni sangre, ni gore, ni da miedo. Pero lo terrorífica que puede llegar a ser la vida normal en un país como Irán si eres mujer ya es suficiente para gozar de un sitio en el festival. Recomendadísimo drama de crítica social, y puro terror.

Quizá por contraste al venir de una obra tan brillante como Tehran Taboo queda demasiado en evidencia, pero Curvature, el film norteamericano independiente sci-fi dirigido por Diego Hallivis, y producido por él y su hermano Julio Hallivis (quienes estuvieron presentando la película) arma un soufflé muy interesante sobre máquinas del tiempo, complots industriales, paradojas y bucles temporales, pero que pierde fuelle a medida que avanza el metraje, y su lentitud en desarrollo no ayuda. Una auténtica pena, porque la sinopsis promete acción y suspense, y al final, ni uno ni lo otro.

Finalizo con Curvature mi maratón personal en el Retiro, y luego de cenar, me dirijo al Auditori a presenciar lo que promete ser uno de los films más brutales del festival, siendo del director de la indispensable Bone Tomahawk. Pero antes, momento de ovación para recibir al eterno Udo Kier en su homenaje y entrega del premio Màquina del Temps a su carrera cinemtográfica. Todo un seductor de la audiencia, pronunció un discurso en catalán que arrancó vítores ante las mil personas de la platea y se declaró agradecido a toda una vida dedicada a ser villano y a participar en el cine de género.

Si la primera película del norteamericano S. Craig Zahler era un western salvaje (literalmente), en Brawl at Cell Block 99 nos invita al descenso a los infiernos de un delincuente de poca monta (un irreconocible Vince Vaughn)  que se ve obligado a cometer acciones violentas hasta llegar a una prisión de máxima seguridad, donde la brutalidad está a la orden del día. Tanto Vince Vaughn como S. Craig Zahler estaban presentes para introducirnos en el film, así como dos de los productores y el recién laureado Udo Kier, que tiene un papel pequeño pero inmenso.  De ritmo lento pero sin hacerse pesado a pesar de los 150 minutos que dura, con un tercer acto alucinante y que no paraba de arrancar aplausos de la platea del Auditori por su brutal y seca violencia, esta película es lo que el público de Sitges quiere y demanda. Sin embargo, como drama carcelario deja mucho que desear, basando toda su fuerza en ese descenso a los infiernos que sabes que será digno de ver.

Para terminar el día (o la noche, porque era un pase a la 1 de la madrugada), me sentaba de nuevo en el Auditori para ver el final de la trilogía Outrage, donde Takeshi Kitano ha narrado durante 7 años la desestructuración de un clan yakuza vista desde dentro. Lamentablemente, esta saga va visiblemente de más a menos. Si bien Outrage (2010) era una oda al cine de yakuzas, en Outrage Beyond (2012) ya menguaba fuerza, perdiéndose en un laberinto de nombres, familias y subclanes que alejaban al espectador (almenos el occidental). 5 años después, en Outrage Coda (2017) Kitano cuenta el ocaso total del clan yakuza con aún menos fuerza que con Beyond, aburriendo bastante al respetable. O quizá era la hora, pero puedo asegurar que nadie del Auditori salió demasiado entusiasmado que digamos…

Volví al hotel paseando por las playas y cruzando la iglesia. Llegué al hotel casi a las 4 de la mañana, con el espanto de ver que al día siguiente tocaba madrugar: primer film a las 9:30. Tenía 5 horas para descansar, adecentarme y salir del hotel. Challenge accepted

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