Jueves 5 de octubre, cerca de las 11 de la mañana. El Tren Rodalies que iba con retraso anunciaba por fin “properada parada: Sitges”, con mi reloj dándome prisa. Bajé arrastrando la maleta kingsize y corrí raudo a mi hotel a dejarla, pues a las 11:30 empezaba el primer pase del festival en el Auditori, en el que ya me encontré con una buena parte del grupo “loco” de twitter que nos reunimos aquí. Esto empieza como lo que es: ¡una fiesta!
Y qué primer pase de festival: The Shape of Water, el film inaugural de este Sitges 2017, dirigido por Guillermo del Toro, padrino de esta 50 edición. Una bellísima fábula sobre cómo encajar en un mundo del que nos sentimos alejados, a la vez que una declaración de amor al cine negro y cine de género de los 50-50, todo cabido en una suerte de Beauty and the Beast donde los actores están sublimes (Michael Shannon sublime como siempre, y es imposible no sentir amor por los personajes de Sally Hawkins y Richard Jenkins), y donde los defectos del film son sus propias virtudes, ya que todo fluye como en el cine clásico del Hollywood de antaño. Un broche inaugural inmejorable.
Salí flotando del Auditori, pero con el tiempo justo para dirigirme a mi sala del festival, el Retiro. Pero ese primer volumen del que será una saga sci-fi australiana, The Osiris Child, hacía bastantes aguas y no me convenció. Una lástima crear un universo tan bien definido para acabar simplificando toda la película a una de monstruos, que encima son más bonitos que terroríficos.
Por fin tenía tiempo de ir al hotel, aunque ya eran pasadas las 17:00. Desempaqueté como pude y cogí fuerzas para lo que de momento es la película más WTF de las que he visto hasta ahora (y a estas alturas ya hemos pasado el ecuador de este Sitges 2017): The Endless, un film independiente y pequeño, muy absorvente: parece que va de sectas para dar un giro a media proyección que ya les habría gustado pensar a los creadores de Lost, y con un final lógico y que no defrauda. Recomendadísima.
¡Ah! Y lo de que The Endless es pequeña es literal: los dos actores protagonistas, Justin Benson y Aaron Moorhead, también son los directores, los guionistas, los productores, los montadores y los de efectos visuales. Incluso se cachondean de ello en un trailer absurdísimo del propio film:
Tiempo para cenar e intentar convencerse (inútilmente por otra parte) de que completar una maratón de terror japonés el primer día de festival era algo factible. Pero antes, pude inmortalizar mi breve encuentro con Guillermo del Toro con una foto gracias a Zita Vehil, gran amiga, gran fotógrafa, y este año además voluntaria de mi Retiro.
La maratón de terror asiático que el Retiro ofrecía desde la 1 de la mañana se componía de tres films: Tokyo Vampire Hotel, Seclusion y Tag-Along 2, pero el cansancio sólo me dejó disfrutar de la primera. Sion Sono realizó una miniserie bizarra como sólo él puede hacerla manteniendo coherencia interna, y Tokyo Vampire Hotel es el resultado de un remontaje de 140 minutos para convertirla en película. Aunque de ritmo desigual (comprensible, siendo originalmente era una serie de varios capítulos), el cóctel de colegialas, clanes de vampiras, katanas, disparos y mucha mucha sangre, a esas horas de la noche fue muy disfrutable.
A las 4 de la mañana llegaba al hotel, exhausto, y con el panorama de 9 días restantes de un festival al que llevo viniendo asiduamente (vacaciones y hotel incluidos) ya 10 años, una cifra que conjunta muy bien con los 50 de vida del Festival de Sitges, el evento cinematográfico del año para fans del cine fantástico.